La trayectoria de las comedias románticas ha sido como mínimo decepcionante en los últimos años. Los trabajos más recientes han intentado revitalizar los clásicos de los años 60, intentando captar el carisma de una década en la que brillaban actores como Gregory Peck, George Peppard, Paul Newman o Cary Grant, y en especial, actrices como Audrey Hepburn y la explosiva Marilyn Monroe (iconos de la época).
Con la llegada de Dustin Hoffman, Anne Bancroft y El Graduado (1967) parecía que todo ya estaba inventado en lo que respecta a este género, y es que a ningún cinéfilo se le podrá dar una imagen mejor que la de Hoffman "intentando ser seducido" a través de las delgadas piernas de Bancroft.
Aún así, la industria de Hollywood dedicada a la comedia amorosa peca de ingenua y se insistió. Hemos visto intentos de revitalizar este cine, “tanteando” con el espíritu inocente de las películas de los años 50 y 60. Ahí están referentes como la ingeniosa 4 Bodas y un funeral (a lucimiento del “galán inglés” Hugh Grant) o la sobrevalorada Pretty Woman, comedias sentimentales que pretenden emocionar y en las que precisamente los sentimientos son más livianos de lo esperado por el espectador y sus lagrimales. Pocas de las películas surgidas a raíz del híbrido “amor-comedia”, incluidas las mencionadas, tienen el mismo corazón y calidez que transmite El apartamento (1960) de Billy Wilder, una película entretenida, al igual que inspiradora y que muestra al espectador el lado positivo de la vida. Si bien, otras como El secreto de mi éxito (1987), protagonizada por el actor descubierto de la época, Michael J.Fox, recuperan algo del ingenio de Wilder, aunque siguen siendo fácilmente olvidables a favor de las películas del último.
La comedia romántica es un género que siempre se ha prestado a la simplificación, los argumentos sencillos y la “noñería”. Billy Wilder aportó mucho a esa clase de cine, eso sí, sin caer en sus errores, y con El apartamento perfeccionó el estilo de dirección cómico que lo hace tan recordado y reconocido por la crítica.
Entering into 'The Apartment'
La comedia costumbrista divierte por la excentricidad de simpáticos personajes, y El apartamento podría definirse como tal, como una “comedia de costumbres urbanas”. La historia, en este caso, es simple. Lemmon es un solitario agente de seguros con el inconveniente de que su apartamento se ha convertido en el punto de encuentro entre cinco de sus jefes y sus respectivas amantes.
Como recompensa a su servicio, se le recomienda como ejecutivo, pero cuando cae rendido ante la señorita MacLaine, una ascensorista, su ya de por sí complicado estilo de vida, se embrolla si cabe más.
La película ganó cinco premios de la Academia, incluyendo el de Mejor película, pero sorprendentemente, ningún premio a la interpretación, a pesar de contar con dos nominaciones en ese campo (la de mejor actor y mejor actriz, por supuesto). Con ello, El apartamento se convirtió en la última película en blanco y negro en ganar el Oscar a la “mejor película” hasta La lista de Schlinder (1993).
Con el tiempo, se convirtió en cierto modo en uno de esos “clásicos navideños” al estilo del ¡Qué bello es vivir! (1946) de Frank Capra. No en vano, la escena de la fiesta de Navidad en la oficina de Baxter fue realmente rodada en las navidades del 23 de diciembre de 1959.
A pesar de que El apartamento se trate de una farsa menos alocada que las anteriores películas de Wilder (a recuerdo de “Some like it hot”), la primera sale ganando en beneficio de un guión más “inteligente” y juicioso. Wilder toca un montón de temas y la película se codea con el adulterio, el suicidio, la soledad y el trabajo, aún con todo con una resolución menos trágica de lo esperado. Conmueve por la inusual sinceridad con la Wilder logra hablar de estos temas y del amor sin recurrir demasiado a la farsa o a “forzar” el lagrimal del público.
Aún así, la industria de Hollywood dedicada a la comedia amorosa peca de ingenua y se insistió. Hemos visto intentos de revitalizar este cine, “tanteando” con el espíritu inocente de las películas de los años 50 y 60. Ahí están referentes como la ingeniosa 4 Bodas y un funeral (a lucimiento del “galán inglés” Hugh Grant) o la sobrevalorada Pretty Woman, comedias sentimentales que pretenden emocionar y en las que precisamente los sentimientos son más livianos de lo esperado por el espectador y sus lagrimales. Pocas de las películas surgidas a raíz del híbrido “amor-comedia”, incluidas las mencionadas, tienen el mismo corazón y calidez que transmite El apartamento (1960) de Billy Wilder, una película entretenida, al igual que inspiradora y que muestra al espectador el lado positivo de la vida. Si bien, otras como El secreto de mi éxito (1987), protagonizada por el actor descubierto de la época, Michael J.Fox, recuperan algo del ingenio de Wilder, aunque siguen siendo fácilmente olvidables a favor de las películas del último.
La comedia romántica es un género que siempre se ha prestado a la simplificación, los argumentos sencillos y la “noñería”. Billy Wilder aportó mucho a esa clase de cine, eso sí, sin caer en sus errores, y con El apartamento perfeccionó el estilo de dirección cómico que lo hace tan recordado y reconocido por la crítica.
Entering into 'The Apartment'
La comedia costumbrista divierte por la excentricidad de simpáticos personajes, y El apartamento podría definirse como tal, como una “comedia de costumbres urbanas”. La historia, en este caso, es simple. Lemmon es un solitario agente de seguros con el inconveniente de que su apartamento se ha convertido en el punto de encuentro entre cinco de sus jefes y sus respectivas amantes.
Como recompensa a su servicio, se le recomienda como ejecutivo, pero cuando cae rendido ante la señorita MacLaine, una ascensorista, su ya de por sí complicado estilo de vida, se embrolla si cabe más.
La película ganó cinco premios de la Academia, incluyendo el de Mejor película, pero sorprendentemente, ningún premio a la interpretación, a pesar de contar con dos nominaciones en ese campo (la de mejor actor y mejor actriz, por supuesto). Con ello, El apartamento se convirtió en la última película en blanco y negro en ganar el Oscar a la “mejor película” hasta La lista de Schlinder (1993).
Con el tiempo, se convirtió en cierto modo en uno de esos “clásicos navideños” al estilo del ¡Qué bello es vivir! (1946) de Frank Capra. No en vano, la escena de la fiesta de Navidad en la oficina de Baxter fue realmente rodada en las navidades del 23 de diciembre de 1959.
A pesar de que El apartamento se trate de una farsa menos alocada que las anteriores películas de Wilder (a recuerdo de “Some like it hot”), la primera sale ganando en beneficio de un guión más “inteligente” y juicioso. Wilder toca un montón de temas y la película se codea con el adulterio, el suicidio, la soledad y el trabajo, aún con todo con una resolución menos trágica de lo esperado. Conmueve por la inusual sinceridad con la Wilder logra hablar de estos temas y del amor sin recurrir demasiado a la farsa o a “forzar” el lagrimal del público.
1 comentario:
Lo cierto es que de Wilder he visto más bien poco. ¡Creo que me quedé por "El crepúsculo de los dioses"!
Tomo nota de "El apartamento" como recomendación. Ya le contaré cuando la vea.
¡Un saludo!
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