Cavaron hondo. Profundo. Hasta taladrar la gruesa y primigenia carne de la tierra. Los cables de cobre que sujetaban la perforadora restallaron y latiguearon en la oscuridad de la caverna. El vacío se llenó de piedras, agua y gritos, y una horrible visión se erguía en el espacio. Miraba el mundo con ojos crueles, apagados, como los de una fiera tiempo encerrada que rodea a sus captores.
Las colosales palmas de sus manos chapoteaban brutalmente contra el barro que se había amontonado en las paredes. Su cuerpo se convulsionaba una y otra vez, tratando de animar lo que durante siniestros eones había permanecido dormido. De las profundidades tras él se deslizaban, gimoteaban, lloraban y gritaban miles de serpenteantes, escurridizas y lastimosas criaturas innombrables. Vibraban, se escupían entre ellas y se retorcían por llegar a la luz.
Los mineros cayeron uno tras otro. Algunos se derrumbaron expuestos a la locura, el resto se perdieron entre corredores y galerías. Permanecieron a oscuras durante semanas, tanteando paredes frías, hambre, desesperación y la piel pegajosa de bestias ciclópeas. Durmieron y no despertaron.
El leviatán caviló. Rasgó la seguridad del mundo con su ensordecedor grito y caminó con pesadez entre bosques y años.
(N para O).
3 comentarios:
Lo de arriba son mocos?
Increíble :)
O
¡No, claro que no!Pss...
(Of course)
N
Perfecto...
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