Siento confesar que he caído en el "típico" juego de palabras a las que nos tienen acostumbrados los críticos de cine con el título de esta reseña.
Por 1981 se estrenaba 'Indiana Jones, en busca del arca perdida', una película que prometía menos de lo que finalmente consiguió, a priori puede ser porque el tema de la arqueología no despertaba demasiado interés en las audiencias más jóvenes o porque se temía que George "Marionetas" Lucas volviera a repetir la fórmula de ciencia ficción que le hace nadar ahora en la abundancia.
Nadie podía esperarse que una cinta, estrenada sencillamente como 'Raiders of the Lost Ark' en el mercado internacional (un título que no apuntaba a futuras secuelas), se convirtiera en un éxito del que años después se harían otras dos entregas: 'Indiana Jones y el templo maldito' (1984) y la favorita de todos 'Indiana Jones y la última cruzada' (1989), ésta vez con el incombustible Sean Connery como padre de Harrison Ford (ahora sería díficil saber a cuál de estos dos "ex sex symbol" le han afectado más los años).
Poco se tardó en que el dúo Steven Spielberg-George Lucas se hicieran, merecidamente, de oro con estas tres películas. Ahora, 27 años después de que Harrison Ford nos conquistara a todos y todas con esa "extraña" sonrisa y sombrero picudo, llega 'Indiana Jones y la calavera de cristal' con promesas de volver a hacernos sentir ese escalofrío que sentíamos al escuchar la inolvidable tonadilla que John Williams compuso para la trilogía de Indiana Jones.
Cannes le dio una tibia acogida a la película hace unos días, lo que nos hacía esperar lo que finalmente ha pasado. El mundo se ha dividido en dos: los que reclaman al "viejo" Indiana Jones, y los que apuestan porque Indy o el Dr. Jones (a gustos del lector) no ha cambiado en todos estos años. Algo es indudable, Indiana Jones ha vuelto, con mayor o menor fuerza, pero ha vuelto y todos (pequeños y menos pequeñsos) esperábamos su regreso con cualquier guión o alocada historia que nos pusiera delante Lucas.
Después de tantos y tantos guiones desechados, Lucas se hizo con el guión de David Koepp, habitual de Spielberg ('Jurassic Park', 'La guerra de los mundos') y mejores genialidades ('Carlito's way', 'Snake Eyes'). Con unos cuantos retoques a manos del propio Lucas, la cinta ya estaba lista para rodar. Volvía Karen Allen (Marion Ravenwood), más guapa que nunca, se incorporaba John Hurt, Spielberg metía con calzador a Shia LeBouf e incluso nos esperaba alguna sorpresa más como la participación de Cate Blanchett.
Para justificar la avanzada edad de Harrison (perpetuar a los nazis en la historia hubiera "olido"), se decide trasladar a Indy del Tercer Reich a la Guerra Fría. Ahora a Indy le toca luchar contra los comunistas como "agente doble" ocasional para la CIA.
Todo bien, látigo en su sitio, sombrero empolvado, pantalones de exploraror y el revólver en el cinto. El problema surge cuando no se sabe cómo retomar un héroe que ha permanecido en el olvido (entre dimes y diretes de sus creadores) durante tantos años.
Que se hayan rechazado tantos guiones, hasta elegir finalmente éste, hace sospechar de que: o los otros guiones eran, por definición exacta, "un desastre"; o que éste era el que más se acercaba a la "nueva perspectiva" (moderna y palomitera) que Spielberg quería para su nueva película.
No es cuestión de interpretar mis palabras como una crítica sin compasión contra 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal', su guión o la incomprensible idea de realizar otra entrega, pero la espera aumentó nuestras expectativas y la película cumple pocas.
Daremos un día más para que se tranquilice la cartelera, después de este fin de semana decisivo, para retomar la crítica de 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal'.
Siempre será "La trilogía" y otra más.
Nadie podía esperarse que una cinta, estrenada sencillamente como 'Raiders of the Lost Ark' en el mercado internacional (un título que no apuntaba a futuras secuelas), se convirtiera en un éxito del que años después se harían otras dos entregas: 'Indiana Jones y el templo maldito' (1984) y la favorita de todos 'Indiana Jones y la última cruzada' (1989), ésta vez con el incombustible Sean Connery como padre de Harrison Ford (ahora sería díficil saber a cuál de estos dos "ex sex symbol" le han afectado más los años).
Poco se tardó en que el dúo Steven Spielberg-George Lucas se hicieran, merecidamente, de oro con estas tres películas. Ahora, 27 años después de que Harrison Ford nos conquistara a todos y todas con esa "extraña" sonrisa y sombrero picudo, llega 'Indiana Jones y la calavera de cristal' con promesas de volver a hacernos sentir ese escalofrío que sentíamos al escuchar la inolvidable tonadilla que John Williams compuso para la trilogía de Indiana Jones.
Cannes le dio una tibia acogida a la película hace unos días, lo que nos hacía esperar lo que finalmente ha pasado. El mundo se ha dividido en dos: los que reclaman al "viejo" Indiana Jones, y los que apuestan porque Indy o el Dr. Jones (a gustos del lector) no ha cambiado en todos estos años. Algo es indudable, Indiana Jones ha vuelto, con mayor o menor fuerza, pero ha vuelto y todos (pequeños y menos pequeñsos) esperábamos su regreso con cualquier guión o alocada historia que nos pusiera delante Lucas.
Después de tantos y tantos guiones desechados, Lucas se hizo con el guión de David Koepp, habitual de Spielberg ('Jurassic Park', 'La guerra de los mundos') y mejores genialidades ('Carlito's way', 'Snake Eyes'). Con unos cuantos retoques a manos del propio Lucas, la cinta ya estaba lista para rodar. Volvía Karen Allen (Marion Ravenwood), más guapa que nunca, se incorporaba John Hurt, Spielberg metía con calzador a Shia LeBouf e incluso nos esperaba alguna sorpresa más como la participación de Cate Blanchett.
Para justificar la avanzada edad de Harrison (perpetuar a los nazis en la historia hubiera "olido"), se decide trasladar a Indy del Tercer Reich a la Guerra Fría. Ahora a Indy le toca luchar contra los comunistas como "agente doble" ocasional para la CIA.
Todo bien, látigo en su sitio, sombrero empolvado, pantalones de exploraror y el revólver en el cinto. El problema surge cuando no se sabe cómo retomar un héroe que ha permanecido en el olvido (entre dimes y diretes de sus creadores) durante tantos años.
Que se hayan rechazado tantos guiones, hasta elegir finalmente éste, hace sospechar de que: o los otros guiones eran, por definición exacta, "un desastre"; o que éste era el que más se acercaba a la "nueva perspectiva" (moderna y palomitera) que Spielberg quería para su nueva película.
No es cuestión de interpretar mis palabras como una crítica sin compasión contra 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal', su guión o la incomprensible idea de realizar otra entrega, pero la espera aumentó nuestras expectativas y la película cumple pocas.
Daremos un día más para que se tranquilice la cartelera, después de este fin de semana decisivo, para retomar la crítica de 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal'.
Siempre será "La trilogía" y otra más.