martes, 25 de mayo de 2010

Siete héroes a través del tiempo: influencias y adaptación de la narración épica de “Los Siete Samuráis” a los géneros cinematográficos modernos (II)

2. Historia de un grupo de héroes a través del tiempo: Kurosawa y sus 7

a. Nivel del relato: temas, trama, contenido y ¡acción!

Cuando hablamos de “Los Siete Samuráis” nos retraemos inevitablemente a una época inocente en el que el cine de aventuras –aún demasiado occidentalizado- se limitaba a agradables, inocentes e ingenuas historias de capa y espada en las que el héroe de turno, a falta de una expresión mejor, “salvaba el día y conseguía a la chica”. Frente a las alocadas comedias de acción, puestas al servicio de héroes modernos como Errol Flynn o John Wayne, el cine asiático –más shakesperiano- echaba la vista atrás, buscando la esencia de los verdaderos guerreros y de su fatal destino.

Dirigida por el afamado y legendario Akira Kurosawa, “Los Siete Samuráis” definió un viejo modelo de acción narrativa que se mantendría durante décadas y que todavía influye en el cine moderno. El film resulta un exponente realmente épico y emocionante, especialmente considerando que fue filmado en 1954, casi 20 años antes de que realizadores como Sergio Leone o Stanley Kubrick –por mencionar dos de peso y uno por continente- se plantearan realizar sus epopeyas crepusculares y otros péplums cinematográficos.

Los temas que se tratan en “Los Siete Samuráis” van más allá de la propia definición del héroe y tocan la estructura de clases, el código de honor, la fatalidad de la guerra, el legado militar japonés y del honorable samurái…Este bagaje cultural-histórico con el que juega la trama –y plasmado a través de sus personajes- encuentra su razón de ser en el pesimista sentimiento del país oriental en aquellos años. Durante los tempranos 50, Japón se recuperaba a duras penas de la derrota contra Norteamérica y sus aliados. Era un tiempo durante el cual el país comenzaba a revaluarse su sociedad, sus metas y el papel de unos héroes caídos que gritaron “¡banzai!” más fuerte que nunca. Y más relevante, dudaban sobre el papel que jugarían los japoneses como individuos en el futuro, y sobre si el honor tradicional perdido podría recuperarse.

Kurosawa dibuja con su película “histórica” el telón amargo de la realidad japonesa de entonces, pero también la plantea con la pretensión y el espíritu de crear como cineasta una película amplia, espectacular, a una escala de acción y aventuras épicas, donde, a pesar de todo, abunden los temas y la exploración filosófica de la mitología de la guerra, la condición humana y del “regreso del héroe”.

La trama de la película ahonda en la temática propuesta, construyendo no sólo una obra épica llena de acción, sino también de emotividad e ironía. “Los Siete Samuráis” comienza con una aldea de campesinos indefensos que se ve repetidamente atacada y saqueada por una banda de envalentonados forajidos. Aconsejados por el anciano patriarca de la aldea, acuden a la ciudad con el propósito de contratar a un grupo de samuráis que los protejan y defiendan. Pese a que el único salario son comida y techo, varios samuráis se sumarán uno a uno al singular grupo.

b. Adaptación del relato, estructuras narrativas y arquetipos de personajes

El cimiento de “Los Siete Samuráisse encuentra por supuesto en la tragedia clásica griega de Esquilo sobre la ocupación de la ciudad de Tebas y la entereza contra sus enemigos. Sin embargo, el desarrollo de esta historia tiene una aspiración mayor que la de ofrecer una exagerada historia de resistencias imposibles. El relato se orienta y adapta narrativamente hacia una reflexión más profunda sobre el valor del honor, de la valentía y sobre todo de la amistad, más que el simple testimonio de la historia clásica griega o del recuerdo de grandes héroes de la antigüedad.

Tras el éxito de “Rashomon” (1950), Kurosawa se puso manos a la obra con una de las producciones más ambiciosas de toda su carrera. “Los Siete Samuráis” aparecía encapsulada dentro la mencionada tragedia, aunque Kurosawa tejía sobre ella la evocación de la ancestral cultura japonesa –la suya propia- y su pasión por las tragedias occidentales. Sin duda, esa misma fórmula sería inconscientemente utilizada mucho tiempo después por realizadores que usarían también el esquema de la tragedia de Esquilo o de William Shakespeare para construir sus relatos, como por ejemplo “La Guerra de las Galaxias” (1977). Además, el pasado de Kurosawa como pintor influyó decisivamente en su habilidad para componer la planificación de la película.

Imitando las formas de teatro y dramaturgia japonesa como el kabuki, aunque más influenciado por la tragedia griega que se compone en diferentes niveles y reacciones (una coral de fondo, personajes en primer plano…), Kurosawa da a su película un estilo vigoroso y lleno de ritmo donde la realización –a caballo entre la composición teatral tradicional y lo cinematográfico- apuesta por dar a la acción y a la narratividad una gran trascendencia.

Para el desarrollo de la película, el director asiático establece una estructura narrativa causal y especialmente dramática, sustentada en una estricta lógica de causa-efecto a partir del momentáneo acto de valentía de los aldeanos, el cual generará una serie de consecuencias fatales sobre el pueblo y sobre los samuráis. Sin duda, los tópicos de la historia, más cercanos al teatro que al género cinematográfico, normalizan la forma de narrar y estructura de la película, estableciendo sencillamente un conjunto de convencionalismos para que la cinta sea entendida fácilmente por el espectador: la división en tres actos que se plantea, el desarrollo lineal sin complicados montajes, o, sobre todo, la caracterización exagerada y relieve que se da a los personajes.

Todos los personajes principales representan un arquetípico modelo o un atípico rol social. Sus protagonistas (aldeanos y samuráis) asumen una máscara, una identidad muy asociada a su papel en la historia, comportándose precisamente como se espera, moviéndose entre extremos y representando la debilidad exagerada o la fortaleza consumada. Kurosawa da además a sus samuráis unos caracteres muy concretos y definidos, describiendo a unos protagonistas con un origen común –haber caído desde la gracia-, pero con sus propias motivaciones y personalidades.

El más poderoso y desconcertante personaje de los siete es Kikuchiyo, un joven campesino convertido en un samurái iracundo, orgulloso y bufonesco encarnado por el favorito de Kurosawa, Toshiro Mifune. Por contra tenemos al maestro, el siempre habitual de Kurosawa, Takashi Shimura que interpreta a Kanbei, el líder de los siete. Es el más calmado, de carácter sobrio y parco en palabras, personificando la experiencia y la sabiduría en el grupo. Más tarde, durante la segunda parte de la película, se profundiza en la identidad de los miembros del grupo y en sus relaciones de camaradería dentro del grupo y con los habitantes de la aldea.